Seré sincero; en mi opinión Hitler no fue una buena persona. Lamento si expresándolo de forma tan directa molesto a sus familiares y amigos, y tendrá razón, no lo niego, quien diga que si me muestro tan severo es porque jamás tuve vínculos afectivos con él, pero veo lógico, comprensible, el que al enterarse de que se había pegado un tiro en la cabeza, sus contemporáneos afirmasen que comenzaba una nueva y mejor etapa de la Historia.
Uno de esos contemporáneos era Stalin, ente supremo de la Unión Soviética, donde la ciudadanía carecía del derecho a la propiedad privada, del que sí disfrutaban los españoles, a los que su gobierno no ponía trabas para que adquiriesen su par de alpargatas. Además, en la URSS ni se celebraban elecciones ni existía libertad de prensa. En España tampoco, pero no nos dispersemos.
En 1949 y ante la posibilidad de sufrir una agresión por parte del bloque comunista, una docena de países bañados por el Atlántico Norte se aliaron formando la NATO, una estructura militar en la que los estados aunarían esfuerzos para impedir ser invadidos por Rusia.
Por su parte en 1955, una vez que a Stalin le dio su jamacuco, la Unión Soviética se reunió en Varsovia con media docena de sus afines y limítrofes para firmar un tratado de “Amistad, Colaboración y Asistencia”. La eficacia del “Pacto de Varsovia” quedó patente en la visita que al año siguiente sus tropas hicieron a Hungría para disuadir a los disconformes.
Al otro lado del Globo, habiendo comprobado los Estados Unidos lo provechosas que les eran las guerras lejos de casa, abundando en esa práctica repartieron numerosas bases militares por su amiga Europa, muy poco experimentada en conflictos bélicos y por ende agradecida ante el asesoramiento norteamericano. Adiestrar a sus torpes aliados era la única opción de los EEUU a la vista de aquellos pepinacos de cohetes tumbados sobre un camión y rotulados como CCCP que desfilaban por la plaza Roja de Moscú ante un hilera de capitostes del Kremlin que con un gorro de piel encasquetado hasta las cejas amagaban apretar un botoncito con el que podían hacer desaparecer en cinco segundos ciudades del tamaño de Calatayud o Ejea, aunque ésta segunda, por supuesto, les llevaría un poco más de tiempo. Cierto es que botones semejantes podían apretarlos Nixon, Ford, Carter o Reagan, pero no obviemos que los soviéticos, por si todo lo anterior no fuese suficiente, eran ateos. De ahí que en 1978 el Espíritu Santo considerase inaplazable inspirar al Cónclave para que eligiese un Papa polaco, anticomunista de pro y futuro santo.
Volviendo a la NATO, el agravio cometido en su día no contando sus fundadores con España fue remediado en 1982 gracias a las gestiones del gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo. De mil amores fuimos aceptados en la Alianza, aunque con la férrea oposición del PSOE de Felipe González, quien llegado a la presidencia rectificó y dijo que sí, que era mejor que siguiésemos dentro, pero que mucho ojo, que aquí la llamaríamos OTAN, se pusiesen como se pusiesen. Por otro lado, puesto que en lo de la militaría ya éramos iguales, las bases americanas de España dejarían de ser “bases americanas” para ser “bases de utilización conjunta”, aunque puestas a disposición de los EEUU para que hiciesen uso de ellas si les fuese menester. Siempre y cuando —esto se les dejó muy claro— antes avisasen al Gobierno Español. Con una llamadica, aunque fuese, que no cuesta nada.
Mientras todo esto sucedía, a la URSS la Historia le ponía las cosas cuesta arriba. En 1986 el accidente de una central nuclear en Ucrania esparció radiactividad como garbanzos cuando estalla una olla exprés. Al poco, los obreros polacos repudiaron la hoz y el martillo valiéndose de ahí en adelante de crucifijos para reivindicar sus derechos, y no habían pasado dos años cuando un camión de reparto de cervezas se estampó contra el muro de Berlín echándolo abajo. En 1991 todas estas las circunstancias llevaron a
una facción de reticentes a intentar derrocar el presidente Gorvachov con un golpe militar, que Boris Yeltsin abortó. El Ejército Rojo apoyó a su presidente y como consecuencia el Partido Comunista de la Unión Soviética fue ilegalizado.
—¿Cómo dice?
—¿… …?
—Le pregunto qué es lo último que ha dicho
—¿Pero quién coño es usted?
—Nadie, uno que estaba leyendo. Me ha parecido entender que ha dicho que fue ilegalizado el Partido Comunista de la Unión Soviética. Y no lo entiendo.
—¿Qué es lo que no entiende?
—¿Cómo pudieron convertir en ilegal el eje fundacional de la mismísima URSS?
Yo tampoco lo sé, pero el PCUS, según se decía la organización con el aparato más cabronazo del Planeta y provista de la peor policía política, abandonó el poder sin propiciar una guerra civil ni otros berrinches. Si en el Vaticano se dejase fuera de la ley al Colegio Cardenalicio colgarían nuncios destripados de las almenas del Passetto. La URSS por el contrario se derrumbó sin hacer uso de sus mikoyanes ni echar mano de los cientos de miles de soldados con botas altas. Siquiera de sus bellas soldadas rubias con rodetes y moñas rojas que podían cantar “Kalinka” hasta desesperarte.La Unión Soviética se deshizo como un polvorón de la Estepa (chiste) y dejó de apuntar con sus misiles balísticos a los puntos clave de nuestra civilización; la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, la de Begoña, la de Covadonga y la de la Esperanza Macarena. Sin más contratiempos que tener que levantar todas las estatuas de Lenin con una grúa y llevarlas a un descampado. La disolución satisfizo a los países de Occidente, que no pusieron objeciones a que los mismos capitostes que hasta la semana anterior estaban forrando a hostias a los disidentes compusiesen el gobierno de nueva la Federación, la cual tuvo entre sus prioridades correr a desenterrar a la familia Imperial para hacerla santa. Pero siquiera los rezos a los Romanov evitaron el que entre 1990 y 1991 quince de las antiguas repúblicas, Ucrania entre ellas, se independizasen del antiguo bloque para convertirse en impecables sociedades más demócratas y liberales que una familia de suecos en pelotas fumando porros.
Como es obvio, ello supuso la desaparición del Pacto de Varsovia tras décadas en las que por culpa de su amenaza Europa se había visto forzada a gastar en armas y ejércitos millones de libras, marcos, francos, liras y pesetas. La OTAN no tenía ya razón de ser. Neutralizado el peligro soviético cada país componente podría retomar la práctica de gestionar su propia defensa en función de sus particulares amenazas. En lo que respecta a España, y si obviamos a Mohamed VI, la única podía provenir del copríncipe de Andorra, y dado que la Península seguía en el mismo punto en el que la había depositado la deriva continental, un tanque ruso que pretendiese ocupar Segovia debería recorrer 4000 kilómetros atravesando una decena de países.
Pero la OTAN no desapareció. Al contrario, Rusia, anémica y sola, en bragas en medio de la nieve, padecía una depresión anakareniniana, bajón que la Alianza Atlántica aprovechó para expandirse por las antiguas repúblicas socialistas, incumpliendo (entre otras cosas) lo pactado entre las dos alemanias y la URSS en vísperas de la reunificación.
Por cierto, el Papa polaco murió en 2005 sin haber pisado Rusia.
Así las cosas, a punto de finiquitar el XX accedió al cargo de primer ministro ruso un individuo sospechoso con poco pelo y menos escrúpulos que al año llegaría a presidente y se agarraría al poder como un gato a las cortinas del Hermitage. Putin envenenó opositores, ocupó Crimea, puteó a los homosexuales y desterró a Siberia a las Pussy Riot sin que Europa mostrase un excesivo quebranto. Bendecido por patriarcas ortodoxos con Rolex de oro el viejo imperio respondió a los tratamientos vitamínicos y las chicas moscovitas dejaron de parecerse a aquellas muñecas Nancy de la tómbola para convertirse en Barbies Gold Label. Inditex tuvo algo que ver en ello.
En esa coyuntura llegamos a marzo de 2022
Enterado Putin de que su hermana Ucrania y los EEUU estaban coqueteando como Sandy y Danny Suko, en evitación de una posible cópula ordenó a sus ejércitos sobrepasar la frontera al grito de “antes te mato
que verte con un payo”.
A los más de entre nosotros nos enseñaron a que cuando dos se estén peleando intentemos separarlos, mas lejos de hacer eso la UE tomó partido y ayudó al más bajito, presuponiéndole, por ser bajito, mayor bondad. No sólo le dotó de armas sino que los gobiernos de la Unión se emspestiñaron en llevar a Rusia a la ruina. De nuevo se dejaron aconsejar por los EEUU, y aunque la ruptura con Rusia abocaba a millones de centroeuropeos a tener que ducharse con agua fría por el resto de sus vidas, el amable abuelo americano entonces presidente envió a los puertos del Atlántico miles de buques cisterna llenos de gas licuado. Los butaneros llevaban toda la vida rompiéndose la espalda cuando podrían haber repartido en tetrabrik. Las travesías, por cierto, se realizaron emulando a los vikingos, a vela y remo para no contaminar.
La situación de Europa, rayana a la irracionalidad, llevó a finales de abril de 2022 a que las mentes más destacadas de la cultura occidental creasen crear una plataforma internacional nutrida con filósofos, músicos, artistas, científicos, escritores, actores, deportistas y periodistas. Teniendo por objetivo contrarrestar los fatales designios de Moscú, Washington y Bruselas, a lo largo de aquellos días varios premios nobel fueron detenidos por realizar escraches ante las principales sedes del poder político. A nivel de medios, en España destacaron por su compromiso Antena 3, La Sexta, El País, El Mundo, Público y la casi totalidad de los periodistas asociados a RTVE. Todos los programas de máxima audiencia; Griso, Motos, Mendizábal, Sálvame, Corazón, y hasta Pasapalabra y Cuarto Milenio, incluyeron en sus contenidos alegatos en favor de la paz y en contra del gasto militar.Hasta que en los primeros días del siguiente mes y como consecuencia de todo ello, una veintena de jefes de gobierno europeos se reunieron en Kiev. Por su parte Rusia, tras suspender de forma inmediata los ataques acudió igualmente a la conferencia. Incluso el Papa Francisco fue invitado a participar.
Al cabo de sólo dos jornadas de conversaciones fue firmado el definitivo acuerdo de paz. El desencuentro le había costado la vida, la casa y las infraestructuras a miles de ucranianos. Y al resto de los europeos un empacho de manipulación y maniqueísmo, viniendo a ser la guerra de Ucrania un punto de inflexión para aquellas sociedades en las que habían nacido la escritura, la democracia, los parlamentos, los derechos humanos, el pensamiento crítico, la Cruz Roja, Darwin, las repúblicas, las pinacotecas, el feminismo, la máquina de vapor, el modernismo, la minifalda, los rayos X, los Rolling, el barroco, el teatro clásico, el cubismo, el fútbol y el sexo oral.
Los millones de ciudadanos y ciudadanas de todo el continente se convencieron al fin de que Flavio Vegecio fue un imbécil. Su máxima, Si vis pacem, para bellum, fue declarada la mayor incongruencia jamás dicha y escrita por la humanidad.
La Alianza Atlántica quedó disuelta el día 9 de mayo de 2022. Desde entonces las cantidades antes invertidas en armamentos han servido a los estados para mejorar la Educación Primaria y garantizar la
gratuidad de la superior, para crear una inmensa red de amplias y bien atendidas residencias para mayores, para el fomento de la investigación, el cuidado de las artes y el desarrollo de unos sistemas de sanidad estatales capaces de asumir cualquier pandemia.
Casualmente, el 14 del mismo mes España ganó el Festival de Eurovisión, decidiéndose que la canción de Chanel sustituyese como himno de Europa a la 9ª Sinfonía, pues durante la contienda los descendientes de Beethoven habían demandado a la UE por utilizar la música de su antepasado de forma indigna.
En julio de 2023 el presidente del Gobierno Español, Pedro Sánchez, asumió su turno en la presidencia de la Unión Europea, la primera tras el abandono definitivo del belicismo. Un acto realmente emocionante que quedó grabado en la memoria de varias generaciones. Los medios de todo el mundo recogieron a Úrsula von der Leyen cantando.
«Yo vuelvo loquito’ a todos los daddies apenas hago doom, doom con mi boom, boom»
FI N