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Mi tía Felisa se creía que el guaperas con bata que le recomendaba usar Colgate realmente era dentista. “Yo a ti te abro la boca y el resto”, decía mirando al televisor. Y no sólo eso, además a mi tía le parecía plausible el que el equipo de rodaje del anuncio de Skip irrumpiese en la cocina de una señora de Cuenca para averiguar su grado de satisfacción con la colada.
Aquella publicidad ibérica, pre-digital, pre-erótica y pre-globalizada con sus eslóganes básicos cual la letra de un pasodoble, podía extraviarse a veces por pasillos surrealistas pero siempre incluía una segunda lectura comprensible a los idiotas. Mentía con fanfarrias y en castellano-leonés, no susurrando inglés como la actual. Sin ser necesario —sólo lo fue mucho después— aclarar que los Clicks de Famobil no se movían solos. Primaba la racionalidad. Los niños sabíamos que para que a la hora del recreo aterrizase en tu colegio el helicóptero de Tulipán era imprescindible que el patio poseyese unas dimensiones determinadas, asumiendo sin traumas que sólo los de la enseñanza privada tenían la posibilidad de untarse el pan con margarina.
Cuarenta años después los productos precisan todavía de la perfidia y el amor de un publicista. Una mente superior inspirada por musas argentinas. Un genio a sueldo que fotografíe, maquete, suba, descargue, comparta y viralice. Un akelarre de magos de la edición que condensen en dos minutos las mejores capturas de la eternidad, con sus amaneceres y sus ocasos. Y su culo.
De ahí que hoy, cuarenta años después, cuando ya no quedan genuinas tías felisas, los críos poseen sus propios helicópteros y las señoras de la periferia no admiten que un desconocido traspase el perímetro de su cocina, me haya sorprendido tanto el primitivismo, no sé si pueril, papuano o yanomami, de este anuncio.
La protagonista no tiene pudor en mostrarse amargada, mohína, casi contrahecha. Virada en azules.
No te rayes, tía, le dicen. Conéctate. Cuenta quién eres y que viajas sola. Describe tu coche, marca, modelo y color. Concreta la ruta que vas a seguir y qué día y a qué hora. Añádele tu fotografía si por esos azares de la genética estás medianamente buena.
Nuestra aplicación te garantiza un viaje feliz. En realidad una felicidad puntual que nosotros extrapolamos al resto de tu vida, porque además de ser emprendedores somos cojonudos.
Despreocúpate por los psicópatas, añado yo. Sólo existen en las series americanas, localizadas siempre en lugares donde nieva mucho. ¡Y joder, tía, no va a haber uno aguardando justamente entre Longares y Peñíscola!
Logándote —que es un verbo gilipollas— harás de tu periplo una experiencia cuasi lisérgica. Tus compañeros, exactamente en tu franja de edad, serán majos, simpáticos, ocurrentes, limpios… Te sonreirán. Te cautivarán. Te sonreirán aún más. Sonreirás tú a la par que ellos sonríen. Sonreiréis juntos con sonrisas Vitaldent al de la garita del peaje, al de Repsol… Si se tercia hasta al picoleto.
Por descontado; quienes contacten contigo, hombres o mujeres, tendrán un polvazo.
Nadie sobrepasará los 40 años, una edad decrépita en la que tosemos, olemos mal y sufrimos fugas. Entre tus compañeros de viaje no habrá calvos. Ninguno vestirá de Carrefour ni estará gordo. Durante el viaje te hablarán de sus experiencias en Haití, trabajando en una ONG patrocinada por las patatas Pringles. Bromearéis sobre temas divertidos, como lo mal que hablan en inglés vuestras madres, por ejemplo, pero eludiréis los asuntos aburridos como la política, la necesidad de una urgente reindustrialización de España o la autoría de los incendios forestales.
Conectaréis, tenlo por seguro. Habrá química. Y nadie pondrá objeciones a que conduzcas wasapeando u os hagáis selfies y se los envíes a tu amiga Rebe mientras vas por una recta a 160.
¿Qué pasa? ¿No te decides? ¿Lo dudas?
Eres un poco desconfiada, tía.
Vaya resentida me estás resultando.
Mal follá, fea, neurótica de habas…
Una sociópata, eso es lo que eres, maja.
Pero oye… Tú misma.
Vete sola si eso te complace y no quieres ahorrarte los 75 eurazos de la gasolina.
Más tonta serás, ya que ahorrándolos tendrías para pagar esos 21.000 euros que le debes al banco por el coche, así como los 700 de tu Iphone, los 40 que pagas por la tarifa plana, los 300 del bolso que te moló, los 3500 de esa liposucción imprescindible que te harás cuando sobrepases la treintena y los 12 del gel de Durex con sabor a papaya. Por si ligas.
Que siendo así de borde te adelanto que va a ser que no.